Quizá no es tu caso pero hay muchas personas, entre las que me incluyo, que en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido “paralizados” (porque eso es a lo que lleva el miedo extremo), por cambios inesperados en nuestra vida...y sin saber muy bien por donde seguir o qué cambiar en nosotros.
El cambio es siempre evolución (o así, al menos, a mi me gusta verlo), aunque a veces creamos lo contrario.
Y ese cambio es parte intrínseca de la vida; porque al igual que la vida es cambio, nosotros como seres vivientes también lo somos.
Ese cambio, no significa dejar de ser nosotros, sino actualizarnos; al igual que lo hace un software y, yendo más allá, todas las marcas con las que convivimos a diario.
En eso tenemos que aprender mucho de las marcas corporativas, que saben cuando es el momento de evolucionar: lo llaman “brand refresh”. Otras incluso, por motivo de fusiones o cambios de estrategia drásticas, se plantean hasta un cambio de identidad completa (eso también lo he vivido a nivel empresarial y, en mí misma, a nivel profesional) y realizan un “rebranding”.
Y todo esto forma parte de nuestras vidas y lo vivimos con total normalidad (como decimos en coaching, en “transparencia”).
Pero, ¿cómo lo vivimos cuando esa “actualización” trata de nosotros?
Repito, esa “actualización”, ese “refresh”, no significa que dejemos de ser “nosotros”, sino que nos convirtamos en una versión mejorada conforme a la nueva “realidad"; y, para ello, tenemos que enfrentarnos a nuestra “parálisis por el análisis” y decidir hacerlo: dar un primer paso (por pequeño que sea)...porque tras él, vendrá otro.
Porque al igual que las marcas (las de las corporaciones) lo hacen, nosotros, nuestra “Marca más valiosa” también se merece y necesita cambiar. Eso es evolucionar, eso es vivir.
Seguimos!
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